Bariloche.- El crimen ocurrió el viernes 09 de agosto en el departamento de la víctima, que resultó en un baño de sangre, donde el acusado Nicolás Roa (18) vivía desde hace cinco meses. 13 horas después se presentó en una comisaría y admitió el hecho. En shock y llorando, Roa dijo en la audiencia que se «defendió» de un intento de abuso sexual.
A las 10 de las mañana de este domingo 11 de agosto, se llevó a cabo la audiencia de formulación de caros contra Nicolás Roa, de 18 años, acusado del sangriento asesinato del viernes a la madrugada de su padrino Gilberto Ceballos, técnico de INVAP de 60 años, en su domicilio de Ruiz Moreno al 155, cuarto piso B.
En la audiencia los fiscales describieron un sangriento hecho que ocurrió alrededor de las 2 de la madrugada del viernes, en las que Roa le asestó 41 puñaladas a su padrino: 9 en la cabeza, dos profundas en el tórax, y otras 30 en manos y brazos (que indican el intento de defensa de la víctima), informó el sitio Bariloche 2000 sobre el caso.
Los oficiales de Criminalística entraron al departamento a las 16,30 del viernes, poco después de que Roa confesara el crimen en la Comisaría Segunda: «maté a mi padrino», le dijo a los policías de Guardia. Desde el departamento de Ceballos hasta el Centro Cívico fue en el auto de la víctima, un VW Gol, que se lo prestaba desde que empezó a vivir en su casa, cinco meses antes.
Tal fue la magnitud de evidencia en la escena del crimen que los oficiales policiales permanecieron trabajando en el departamento hasta la madrugada del sábado.
«En la escena del crimen había caminos de sangre. Sangre en una habitación, sangre en el pasillo, sangre en las paredes, sangre en el baño. El cuerpo de la víctima estaba en la bañera, nadando en sangre», relató el fiscal.
Ceballos falleció minutos después, desangrándose entre quejidos que oyó su vecina, por un shock hipovolémico. Este desangrado se produjo especialmente por las puntadas en los pulmones y el corazón. Para semejante ataque Roa utilizó un cuchillo Tramontina de 21 centímetros de largo, de 2,5 centímetros de ancho de hoja, detalló el sitio sobre el trágico caso.
Los fiscales coincidieron en señalar, con el acompañamiento del querellante, en que Ceballos no podía contar con auxilio inmediato por lo que -recalcaron- «actuó sobre seguro».
También se refirieron a lo registrado en cámaras de seguridad. De ahí apuntaron varias entradas y salidas del joven a la vivienda de la víctima, en horas anteriores al suceso, en una de las cuales llevaba una campera, que luego fue secuestrada en el lugar del hecho, con manchas de sangre claramente incriminatorias. Las cámaras mostraron que también Roa fue el único en ingresar al departamento, además de Ceballos.
Para abundar en indicios, agregaron que en el piso ensangrentado se hallaron huellas de pies descalzos y otras de zapatillas, presumiendo que las primeras son de Ceballos y las segundas de Roa, lo que resta por confirmar con las pericias.
Roa siguió la audiencia con la cabeza gacha, que solo levantó cuando el juez le hizo preguntas, llorando por momentos, con un pañuelo de papel en la mano. Habló en un hilo de voz y dijo: «intentó abusar de mí y me defendí».
En las primeras filas de un lateral de la sala 1 de los tribunales de Pilmayquen estaban los familiares de la víctima, los hermanos Mirta Rosa y Ceferino Ceballos, sobrinos y otros cercanos. Escucharon todo en silencio, muy impactados, quebrando en llanto en algún momento.
El juez Víctor Gangarrosa dispuso la investigación del homicidio calificado por alevosía y ensañamiento, cargos a pedido de la nutrida fiscalía, compuesta por el fiscal jefe Martín Lozada, fiscal de turno Marco Sosa Lukman y fiscal Sofía Ocampo, y el abogado particular querellante, el ex fiscal Martín Govetto. También en línea con la parte acusadora dispuso prisión preventiva, que se mantendrá en la Comisaría Segunda hasta su eventual traslado a la Comisaría 36, por falta de condiciones de la unidad céntrica y por no haber espacio en el Penal III.
La defensora oficial Paola del Río (acompañada por la abogada particular Yamile Saidt) no contradijo la descripción del hecho ni la imputación de los fiscales, y en cambio pidió prisión domiciliaria en lugar de la carcelaria o en comisaría. Resaltó la entrega voluntaria del chico, quien «llegó a la Comisaría desesperado, pidiendo yuda», y destacó las pésimas condiciones del Penal III, indicando que está cerrado porque no tiene más lugar para alojar presos. También describió las inhumanas características de la celda de la Comisaría Segunda, que incluso afectan al personal policial.
El juez denegó la detención domiciliaria que el juez denegó, en línea con el razonamiento de los fiscales, que señalaron que en el lapso de 13 horas entre la comisión del homicidio y su presentación en la Comisaría Segunda «no se sabe qué hizo», y que aún quedan testimonios importantes por recabar y medidas de la investigación que el chico puede afectar.