Un caso de abuso que podría prescribir judicialmente. La tortura de la víctima que debe vivir con los fantasmas de su pasado y la impunidad de un abusador que convive socialmente en la comunidad como si nada hubiese pasado.
El 26 de octubre de 2018, un hombre de 33 años se cargó sus miedos en la espalda, juntó sus temores y se dirigió a la Comisaría de la Mujer y la Familia de Carmen de Patagones. Era medianoche, pero los fantasmas de la niñez del denunciante lo empujaron a denunciar. Fue abusado sexualmente y sintió que no podía ocultarlo más.
En este artículo vamos a preservar nombres, porque pretende ser un mensaje directo a la conciencia de aquel abusador que no dudo en aprovecharse de aquel niño que tenía 5 años cuando por primera vez su vecino de 15 comenzó a someterlo. Hoy, la victima tiene 33 años y el victimario, quien socialmente es reconocido ronda los 45 años.
El denunciante dejo asentado en la denuncia realizada que recuerda los juegos a los que el victimario lo sometía. Tocarse las partes íntimas era muy común hasta llegar al punto de la penetración, lo que le causaba dolor y molestias al inocente niño.
El último encuentro que recuerda se dio frente a la presencia de los hermanos del abusador, quienes solo miraban lo que acontecía, según consta en la denuncia. Todos los sometimientos sucedían en la habitación del acosador.
Los encuentros tortuosos para el niño se fueron dando consecutivamente hasta la edad de 8 años, momento en el que recuerda haber enfrentado a su agresor sexual expresándole que no le parecía que este bien lo que sucedía. Desde ese momento, cesaron los abusos.
Calló, se silenció y se guardó el secreto hasta los 26 años cuando no pudo más y se lo contó a su madre. Pero la mamá del joven abusado en aquellos años tenía sospechas de su vecino para con su hija. Un momento que quedo grabado a fuego para el joven sometido, ya que recuerda un reto de parte de su mamá para con su vecino adolescente a quien le advertía que “eso que hiciste está muy mal, no se hace”, amedrentándolo con contárselo a su madre, cuestión que generó los ruegos de aquel precoz abusador para que eso no suceda.
Este hombre que el año pasado denunció esos abusos pudo romper el miedo, pudo cruzar el límite y dejar asentada la denuncia penal por lo vivido cuando era un niño, pero por sobre todo pudo contarlo.
Hay altísimas posibilidades de que nada se pueda hacer desde el ámbito legal. De que el victimario adolescente que abuso de él cuando era un niño, hoy siga gozando del beneficio de la impunidad trabajando como profesor en una escuela secundaria de Viedma y participando social y culturalmente en una banda de música.
Tal vez aquel niño que padeció esta pesadilla, no tendrá la posibilidad de que su abusador este sentado frente al banquillo haciéndose cargo de sus acciones de adolescente, toda vez que han pasado cerca de 25 años desde el hecho y se encontraría en discusión la prescripción de la acción penal. Quedará bajo el criterio del juez si comienza la investigación o la descarta por considerarla prescripta.
Si bien nuestra sociedad ha avanzado notablemente en materia de Derechos de los niños, niñas y adolescentes sobrevivientes de abuso sexual, la realidad nuevamente nos impone un cambio en nuestra legislación. A esta altura es impensado que queden casos tan aberrantes sin investigar debido a que la acción se encuentra “legalmente prescripta”.