Crímenes Capitales: el crimen irresuelto de Atahualpa, otro caso marcado por la impunidad

 

 

El 15 de junio de 2008 se registró el asesinato de Atahualpa Martínez Vinaya, ese mismo día comenzaba a hilarse una causa que se plasmaría en la plena impunidad. A 16 seis años del asesinato de Atahualpa, no hay responsables por la muerte del joven y el grito de justicia sigue prolongándose en las gargantas de allegados y familiares.

Atahualpa fue un pibe de barrio, uno más como tantos hay persiguiendo sueños en la vida y chocándose a diario con la realidad que en la mayoría de los casos margina en la escala de posibilidades sociales.

Vivió junto a su mamá, hermana y sobrinito y compartía parte de sus días con los amigos del barrio y de la cuadra de su casa ubicada sobre la calle 28 del populoso Lavalle.

La noche que Atahualpa salió con su amigo, nació una causa que hasta nuestros días permanece impune, irresuelta cuyos únicos tres imputados fueron absueltos en dos ocasiones y no hay responsables directos del homicidio. Hay nombres, acusaciones, pero no una investigación solvente como para meter a alguien tras las rejas.

La última noche de su vida, Ata como solía decir su mamá Julieta Vinaya, salió con Juan Pablo. Una fría noche otoñal marcaron los pasos que lo alejaron de su hogar por última vez. Era el 15 de junio de 2008, alrededor de la 1.30 de la madrugada.

“Esa noche no sabía si salir o no. Le mande un mensaje a Atahualpa para ver si iba a salir y me dijo que vaya a la casa que estaba con el cuñado tomando un vino”, contó Juan Pablo sobre el inicio de la previa a la última noche de Atahualpa vivo.

Juan Pablo camino un par de metros desde su casa al encuentro con su amigo. Ambas viviendas están sobre la calle 28 a dos casas intermedias. Al llegar vio al cuñado de Ata junto a la hermana de su amigo. Salieron a comprar dos cervezas con su auto y regresaron para luego de tomar unos tragos salir al boliche.

La previa fue breve, el objetivo era ingresar antes de las dos de la mañana al boliche para no pagar entrada. “Dimos un par de vueltas, tomamos unas cervezas y después anduvimos rotando” relató Juan Pablo sobre la madrugada del 15 de junio de 2008.

“Transcurría la noche, íbamos a pasar a Tatto, pero a Atahualpa se le ocurrió jugar al pool y fuimos a Miloka. Se sentaron en la barra, sobre uno de los extremos y pidieron una pizza y un trago. Atahualpa se quedó en el lugar  mientras Juan Pablo fue hasta el baño. Esa situación se repitió en dos ocasiones, pero al retornar del baño la segunda vez no pudo dar con su amigo.

“Camine hasta la puerta y le pregunté al de seguridad si lo había visto, me dijo que no lo vieron salir. Pensé que se había ido, salí y pensé tomarme un taxi, pero decidí volver a entrar a buscarlo”, contó Juan Pablo.

El día quería empezar a ganarle a la oscuridad de la noche cuando Juan Pablo decidió volver a su casa. Lo hizo caminando solo, recorriendo el mismo trayecto que horas antes había caminado junto a Atahualpa. Ya en su casa, el sueño lo venció y se acostó vestido. Al despertar tenía en su teléfono una llamada pérdida y un mensaje. Buscaban a Atahualpa.

Juan Pablo se levantó en la mañana, no tenía bien en claro a qué hora fue, solo que debía prepararse para ir a almorzar a la casa de su hermana. Antes de salir decidió llamar al número que había quedado en su celular. Dijo que se volvió antes porque no encontró a Atahualpa.

Horas después, cuando regresaba de la casa de su hermana, Juan Pablo fue interceptado por Yañes, el cuñado de Ata. “Encontraron a una persona con un tiro, puede ser Atahualpa”, fueron las palabras dirigidas a Juan Pablo que se subió a la moto. Emprendieron destino al hospital, querían saber si era su amigo quien estaba muerto.

“En el hospital preguntamos si era Atahualpa la persona muerta y no nos dijeron nada. Nos fuimos en la moto y cruzamos una ambulancia, decidimos volver y preguntamos de nuevo. Ahí nos confirmaron que era Ata la persona muerta”, contó Juan Pablo quien aseguró que se vio envuelto en un ataque de nervios. Horas después, en la tarde de ese domingo, Juan Pablo, el último de los conocidos que vio con vida a Atahualpa, declaraba en la Comisaría 30.

 

El hallazgo

El cuerpo de Atahualpa estaba tirado a la vera de un camino de tierra alternativo que comunica con el Complejo Penal 1, el autódromo de Viedma y la escuela de Cadetes. Se puede acceder hasta ese lugar por caminos internos campo adentro, o por la Avenida Perón. Frente a ese sector, se ubica el barrio Curru Leuvu, con una geografía de departamentos do dos pisos que permite a la gente observar desde lo alto el paisaje que rodea el sector. Hoy la geografía de esa zona de Viedma cambió significativamente y se emplaza un barrio sobre un gran loteo.

El escenario natural que marca la franja que divide y se va perdiendo entre el campo y la ciudad permite que mucha gente realice actividades físicas en cualquier momento del día.  Esa mañana, una mujer había  salido a correr y pudo haber visto una situación, una pelea en la que se pudo haber producido la muerte de Atahualpa.  La mujer se llama Susana Fuentes y fue aportada como testigo en la causa. En el juicio declaró no haber visto nada y ni siquiera coincidieron los horarios mencionados en la instrucción.

“Yo correr siempre corro. Esa tarde corrí como a las 8 de la tarde para el aeropuerto. Siempre llevo los auriculares puestos, me concentro y no puedo mirar para ningún lado”, con esas palabras la supuesta testigo del homicidio descartó haber presenciado lo ocurrido.

En la mañana del domingo 15 de junio, la lluvia dejo huellas de su paso marcado presencia durante gran parte de la jornada del sábado y se mostró amenazante en varios tramos de la madrugada de ese día del padre.

Eran las 11 de la mañana cuando un hombre que pasaba caminando a unos 400 metros de la usina eléctrica frente al barrio Leuvu vio el cuerpo de Atahualpa y dio aviso a la policía. Varios minutos después, policías y funcionarios judiciales se hicieron presentes en el lugar del hecho. El cuerpo sin vida de un joven se encontraba tendido sobre el frío suelo.

Comenzaron las tareas de rigor en la investigación. El Gabinete de Criminalística llegó al lugar a realizar el levantamiento de rastros, elementos y características del lugar. Tiempo después se sabría que el procedimiento fue irregular desde el inicio y se contaminó toda la escena entre otras cosas.

José Alcarraz,  Policía guía a cargo de la División Canes, fue convocado esa mañana junto al perro rastrero que debía trabajar en la causa.

“Me convocan y me presentó pasadas las 13.30. Me entrevisto con la doctora Zagari y me pregunta que se podía hacer con el perro. El perro busca personas con elementos de esa persona, en este caso yo tenía que seguir huella olorosa, así que realizó la impronta de olor”.

“Le imparto la orden al perro y hace unos mil metros, luego dobla  a mano derecha como quien va al barrio Lavalle. Me acercaron un calzado para reforzar la impronta de olor, en ese tramo el perro zigzagueaba por las orillas del camino”.

Terminamos en ese camino y la 30, que divide el Loteo Silva y la Unidad Penal 12. “Yo note al perro con poco interés de búsqueda en ese sector y posiblemente por distracción. Me acuerdo que salieron muchos perros, pasaban vehículos, no se trabajó normalmente ese día”, contó.

El policía tenía el trabajo de seguir una huella olorosa de la impronta de olor. El interés de búsqueda del can da la pauta de lo que va buscando. “En ese punto, note que no estaba buscando, por eso culmine y di punto final en esa calle”.

“No estaban dadas las condiciones como para hacer un buen trabajo de rastro, pero igual se hizo por el hecho”, puntualizó y remarcó que el resultado hasta el trayecto que realizó el perro fue bueno.  “El perro seguía buscando el olor especifico al cual le hice la impronta de olor”, precisó y aseguró que de encontrar un olor similar el animal va discriminando el aroma.

“Cuando el perro pierde el interés de búsqueda se va reforzando el interés de olor con la prenda de la víctima”, la metodología se llama búsqueda de persona, puntualizó y agregó que el perro puede trabajar por venteo o rastreo y ese día utilizó el método de rastreo. El perro que ese día presto tareas fue El Sureño.

Edgard Castro, quien prestó servicios en la causa desde el área de Criminalística contó que “ese día realizamos la tarea de fotografía de todo lo que había en el lugar, rastros de neumáticos, revisación del cuerpo con la médica, indicios, planimetría y todo lo que se puede llevar a cabo en el lugar”.

La tarea de Castro implicó el análisis de prendas, del lugar del hecho, planimetría y laboratorio donde asiste, pero el informe final lo realiza el bioquímico.

“Hubieron prendas que tuvieron manchas de sangre, entre ellas las de la propia víctima”, precisó el testigo quien expresó desconocer los resultados.

A medida que pasaban las horas, se intentaba obtener la mayor cantidad de pruebas posibles y testimonios que aporten datos. Cada palabra iba a quedar plasmada en expedientes que después pasarían a formar parte de los cuerpos de expedientes judiciales, que iban a ser utilizados en un juicio oral y público que no llevó absolutamente nada a la familia de Atahualpa y a la comunidad.

Pedido de Justicia 

Pasaron días y meses. Se realizaban allanamientos y se habló de varias hipótesis respecto al posible móvil del crimen. Atahualpa había muerto por un disparo de arma calibre 22 y por el abandono que sufrió sin ser asistido por varias horas. Nadie pudo precisar al día de hoy, en qué lugar de Viedma se produjo el disparo y quién gatilló.

A medida que transcurría el tiempo y las respuestas de la justicia se diluían para llevar claridad en el caso, el pedido de justicia Aumentaba en cada marcha realizada por la Comisión Atahualpa.

La campera con ADN

Pasaron cuatro años y la Fiscal Daniela Zagari no daba indicios de certezas en la investigación, hasta que de repente apareció una prueba que parecía ser la salvadora. Una campera que sería el nexo perfecto entre la víctima y el victimario, cuya ADN habría dado positivo.

Se llevaron a cabo allanamientos ordenados por el juez de la causa, Carlos Reussi, se detuvo a Belen Barrientos, Carlos Morales Toledo y Felipe Carrasco. Se los acuso del homicidio de Atahualpa en calidad de coautores, se los encerró por más de dos años y se los llevó a juicio.

La Policía de Río Negro, realizó una conferencia de prensa donde prácticamente se daba a entender que la causa estaba esclarecida en base a una prueba fundamental que había aparecido y que vinculaba a las personas detenidas en la causa.

Uno de los imputados Carlos Morales Toledo, hoy absuelto dijo en el juicio oral y público que la campera que ha sido secuestrada, se la mostraron en presencia de Zágari, Reussi y Trejo, a quienes les dijo que no era de él y que le quedaría chica. Se la hicieron probar y es en esa ocasión pudo haber quedado su ADN.

Recordó que cuando mataron a Atahualpa hacía mucho frío y no podría habérsela puesto sin un pulóver encima, pues la campera era de talle 38 y él es de talle 42 o 44.

En la sentencia, se describió que “la campera secuestrada brilló por su ausencia en el debate. Hay una mención de Morales Toledo, que le hicieron probar una campera en la indagatoria, pero no fue pedida su exhibición en el debate. El Tribunal desconoce cómo es la campera”.

Al dar la nulidad en el allanamiento donde se secuestró la campera, la prueba que la fiscalía creía más firme se cayó y el resto de la causa se vino abajo como un castillo de naipes.

 

La familia descreía de todo

Julieta Vinaya, mamá de Atahualpa descreía en todo momento de la causa que se llevó a juicio y no avalaron el proceso.  Diego Saquetti, el abogado que los representó en gran parte de la causa “olvido” presentar documentaciones y no pudieron accionar como querellantes, por eso se desvinculo de la causa como representante legal meses antes.

Para la Comisión Atahualpa, los tres imputados que fueron absueltos tienen información sobre el caso y no son los únicos responsables del homicidio de Atahualpa. El homicidio tiene aristas más amplias y envuelve a mucha más gente.

Desde la Comisión Atahualpa se logró que la Legislatura nombre una comisión investigadora del crimen y así llegaron al juicio político contra Daniela Zagari y Carlos Reussi. La fiscal del caso ya estaba ascendida a juez de cámara cuando le hicieron un juicio político y la penalizaron con la suspensión de dos meses sin goce de sueldo. Reussi fue sobreseído. Lo que parecía una broma de mal gusto para la sociedad.

 

Final

Atahualpa murió hace 16 años por una bala, como dice la canción de Calle 13, “el rico da la orden, el pobre la dispara”, el crimen permanece impune y Julieta Vinaya, murió esperando la justicia terrenal que para ella nunca llegó.

Hoy, Ricardo Vinaya es quien en cada aniversario recuerda gran parte de lo sucedido para que las palabras accionen como vacunas contra una desmemoriada sociedad que ya dejo atrás una de las causas más impunes de la provincia de Río Negro.

Cartel de Atahualpa frente al Poder Judicial

 

Por Alejandro Azaroff