Siempre se sintió incómodo con el nombre que sus padres eligieron para él. Incluso se hacía llamar por otro y lo puso en su verdulería para fortalecer su identidad. Pero no fue suficiente, y por eso inició un proceso civil para modificar ese nombre en todos los registros oficiales. Era el mismo que habían elegido para su hermano fallecido antes de que él naciera y cuando era apenas un bebé.
Cuando él nació, la familia decidió repetir el nombre como una forma de mantener viva la memoria de ese hijo que se fue demasiado pronto. Pero para él, llevar ese nombre se sintió siempre como cargar con un legado que no era suyo.
La solicitud fue respaldada con testimonios de familiares y amigos, quienes confirmaron que siempre lo habían conocido como él se hacía llamar. Una pericia psicológica del Cuerpo Médico Forense fue clave: concluyó que el cambio de nombre no solo estaba justificado, sino que además sería crucial para su bienestar emocional.