Crímenes Capitales: El triple crimen de 1998 en la calle Belgrano de Viedma

A casi 20 años de esos crímenes, ahora hay una sede de la UNRN al lado del edificio donde se resguardó el homicida.
A casi 20 años de esos crímenes, ahora hay una sede de la UNRN al lado del edificio donde se resguardó el homicida.

 

 

En abril de 1998 un triple homicidio conmocionó a la ciudad de Viedma. Un joven con problemas de esquizofrenia asesinó a su madre, hermana y un abuelo utilizando una pala y luego se escondió por varios días en el edificio del Idevi, ubicado al lado de la casa donde ocurrieron los asesinatos, frente a la plaza San Martín.

Eran aproximadamente las 19.30 horas del 24 de abril, cuando la policía toma conocimiento de un hecho de sangre en la calle Belgrano, entre Laprida y San Martín. Ahí, a unos 50 metros de la Casa de Gobierno se había producido una masacre familiar.

El personal policial de aquel entonces se encontró con el macabro hallazgo en el interior de una de las habitaciones de la vieja casona. Los cuerpos estaban esparcidos en uno de los interiores. La mujer  y la niña separadas por un charco de sangre, mientras que el abuelo quedo sentado sobre el marco de una puerta, con las claras evidencias de la violencia sobre su cuerpo.

El comisario Carlos Díaz Campano, en ese entonces era el jefe de la Comisaría Primera y contó cómo abordaron ese caso que conmocionó a la sociedad por los trascendidos de boca en boca primero y a través de los medios de comunicación después.

La escena que se planteaba no era la mejor para los cuadros de investigación de aquel entonces. Los tres macabros homicidios no tenían un autor definido y la preocupación por encontrar al asesino se incrementaba minuto a minuto. Aunque en aquellos años, la vorágine mediática y tecnológica no jugaba en contra, el principal temor era que el asesino vuelva a atacar.

“Seleccionamos dos casas para ver si nos dejaban pasar al patio y otras viviendas de distintas cuadras. Entramos por la Legislatura para ver si veíamos algo. En ese momento como coordinador del personal les dije –“vamos a sellar la manzana y empezamos mañana temprano”- refirió el comisario Díaz Campano sobre lo que decidió en aquel momento.

Con la escena del crimen en custodia y las inmediaciones del lugar a resguardo de la policía, se determino llevar a cabo un amplio operativo en toda la ciudad para dar con el homicida. Buscaban descartar que sus destinos más directos no hayan sido hacia el Valle, ni Bahía Blanca, en la provincia de Buenos Aires, por intermedio de la Terminal de Ómnibus o el cruce de alguno de los dos puentes que conectan a ambas provincias.

La otra cuestión era alertar a la población. El pánico era uno de los problemas que se les cruzo por la cabeza. “Hay gente que empieza a ver cosas y empiezan a tirar datos falsos de que había sido visto en uno y otro lado. No teníamos nada en ese momento”, refirió el ex comisario en la actualidad.

El día posterior del homicidio comenzaron a revisar las casas de la manzana del crimen. Uno de los lugares donde se concentró la mayor cantidad de gente fue el edificio del Idevi (Ministerio de Producción). En ese momento, cuando se disponían a armar un grupo para revisar toda la estructura de la torre, que por aquel entonces era una de las más altas de Viedma, un llamado alertaba que un sospechoso había sido visto en las chacras del Idevi. “A las diez de la mañana llamó una mujer aportando datos, diciendo su nombre y dirección de la chacra y argumentando que se enteró por la radio del caso y que había un hombre sospechoso”, contó Díaz Campano.

El despliegue fue inmediato, tras cotejar que había muchas posibilidades de que el homicida estaba en esa zona. Los pocos móviles de la época y los varios uniformados cansados por toda la situación que se registró desde la noche del crimen comenzaron con los rastrillajes.

“Lo que se hizo en ese momento fue enviar a tres motoristas. Íbamos avisando a la gente viendo si se veía algo raro. Cambiamos el eje del operativo, levantamos todo y nos fuimos al Idevi con gente cansada, que se los veía que estaban a la miseria”, refirió el ex comisario.

Hubo dos días intensos de búsqueda. El sábado y domingo, cuando la tarea administrativa disminuyó en la capital provincial, la policía incrementaba su actividad agotando instancias para poder dar con el autor de los homicidios. A esa altura, ya se sabía que era Javier Gomez, de 19 años y con un importante cuadro de esquizofrenia. El dato, surgió de un único sobreviviente al ataque, su hermano quien había alcanzado a escapar en una bicicleta y quedo tendidos sobre la vereda a metros de la calle San Martín hasta que fue auxiliado.

La detención

Con el dato aportado por una mujer que aseguró haber visto a un sospechoso, se concentró la búsqueda central en las chacras de Idevi. En plena tarea de rastrillajes  la policía recibe un llamado alrededor de las 12 del mediodía del lunes 27 de abril, que indicaba que un hombre se ocultaba en el edificio del Idevi, ubicado justo al lado de la escena del crimen.

Uno de los policías que trabajo en la búsqueda de Gomez contó que ese día recibieron un llamado por un presunto robo en el edificio de Idevi. Alguien había entrado durante las noches del fin de semana y tras revolver las oficinas, habían comido y bebido en el lugar.

Tres policías recorrieron los pisos simultáneamente. Uno a uno fueron revisando todas las oficinas hasta que llegaron al techo del edificio donde se encontraba el joven de 19 años. Había permanecido en todo momento sobre la terraza, tal vez observando cada movimiento de las personas que entraban y salían de lo que había sido su hogar hasta el instante que la muerte se llevo todo.

Para sobrellevar el hambre, entró en las oficinas y consumió cuanto alimento y bebida encontró. Luego, volvía a la terraza a dormir sobre el techo del edificio, observando cada movimiento que se desplegaba en la manzana.

En aquel entonces la presión política y social no tenía la efervescencia de los tiempos actuales respecto al esclarecimiento del hecho. La policía trabajaba tranquila. “La presión más grande que teníamos era que sucediera nuevamente un crimen. Cómo lo explicas, podes fundamentar que hay poco personal, pero cargas en tu conciencia con más muertes”, refirió el ex titular de la unidad Primera.

Hacía unos meses antes, Río Negro se había visto conmocionada por el triple homicidio de Cipolletti. “Me acuerdo que vino un compañero y me dice –“tenes que resolverlo”, -“si puedo, le dije”, refirió el comisario sobre ese breve dialogo que recordó en la entrevista.

“Era cuestión de azar, yo hice muchísimos cursos, pero había que tener medios y a veces hay un gran porcentaje de azar.  Cuando llegue ya estaban bajando al detenido del edificio donde estaba escondido”, refirió el ex comisario.

La escena del crimen

Ese día la noche ya había ganado las calles y al llegar a la vieja casona la policía encontró los tres cadáveres en el interior de la propiedad. Comenzaron a buscar el arma con la que se pudo haber cometido el homicidio para tratar de determinar cómo había pasado y si había más víctimas.

“Me impresionó mucho la nena. Los chicos muertos impresionan siempre y en este caso no fue la excepción. La mujer y el abuelo también estaban tendidos sobre el suelo, pero el cuerpo de la chiquita de unos 6 años fue el que más me estremeció”, refirió.

Se convocó al personal de criminalística, ambulancias y médicos. Al llegar, tomaron intervención en la escena realizando pericias, mediciones y construyendo las hipótesis de cómo se produjeron las muertes y tratar de reconstruir a través de las pisadas y otros datos, el destino final del homicida para escapar del lugar.

Diaz Campano recordó situaciones de aquel día y en el momento de la entrevista se le vino a la cabeza un instante del interior del lugar donde estaban los cuerpos. “Me impresionaron unos platos de comida que había. No recuerdo si eran de la merienda, o si habían comido momentos antes. Eso me traslado al entorno familiar y la mesa puesta”, puntualizó y recordó que “el olor era de encierro”.

El lugar estaba oscuro y la policía tuvo que utilizar un equipo electrógeno para poder trabajar en la escena del crimen en el medio de la noche.

La hipótesis del homicida familiar

Estando en la escena del crimen a la policía se le abrió un abanico inmenso de posibilidades sobre el autor de los homicidios. Una persona identificó a las víctimas en cuanto al parentesco entre ellos. El hombre, era el padre de la mujer asesinada y el abuelo de la niña. Faltaba una persona en el círculo familiar que no estaba en ese momento y se convertía en el principal sospechoso.

“Había estado hacia unos días, el hijo de la señora y no estaba. Averiguando, supimos que la mujer estaba separada y el padre de los chicos era del gran Buenos Aires. En determinado momento se localizó al padre, lo que no recuerdo cómo fue porque había cincuenta personas alrededor que a cada rato aportaban datos”, contó el ex comisario que tampoco recordó en ese momento que el hermano del homicida había sido herido y fue quien aportó el dato principal sobre la identidad.

El padre de Javier dijo que el muchacho estaba bajo tratamiento psiquiátrico. “Eso fue peor, porque no imaginábamos dónde podía estar. El padre no sabía nada y no conocía a nadie en Viedma. Mencionó que una vez, hubo un problema y se ocultó en una alcantarilla debajo de un camino”, era toda la información con la que contaba la policía para poder dar con el asesinó.

Javier Gómez, fue el asesino de 19 años que mató a palazos a su madre, hermana y abuelo, pero en la historia hay otro protagonista que ese día se salvo de milagro. Se trató de un hermano menor que alcanzó a escapar herido de la casona donde ultimaron a su familia y después lo visitaría en el Hogar de contención donde el chico fue alojado en Viedma y trasladado a Cipolletti después.

Un testigo que vio cuando la niña pretendió escapar

Antes de que la noche le ganara al día, en uno de los pisos del edificio lindante a la casa del crimen, un hombre miraba por la ventana de su oficina. El ventanal daba al patio de la casa y esa tarde, mientras tomaba un café para aplacar el frío vio como una niña corría por el patio de la casa y un joven la perseguía. En ese momento sonrió pensando que se trataba de un juego, pero una sensación lo invadió en el cuerpo al enterarse horas después que se había tratado de un triple homicidio.

“Vio a la nena que la corre un muchacho y él pensó que estaban jugando. Cuando declaró ese hombre estaba muy quebrado porque tenía hijos y realmente estaba emocionalmente mal. Porque ahí recapacitó y reconstruyo mentalmente que la corría para matarla”, refirió una persona que fue parte de la investigación.

Características del homicida

Lo primero que les impacto a algunos policías fue que el sospechoso era un chico flaco, delgado, sumiso y tranquilo que obedecía las órdenes que le daban sin ningún problema. “Él nunca cayó en lo que había hecho”, refirió el ex comisario sobre lo que percibió en el joven que fue alojado en un calabozo de la comisaría primera.

“Siempre se mostro tranquilo, centrado y educado. Era pasmosa la tranquilidad que tenía en ese momento.  Lo pusimos en un calabozo con doble vigilancia, porque preveíamos que ese hombre iba atentar contra su vida, que es lo que pasó después, porque me informaron desde Cipolletti que se había suicidado”.

Cuando la justicia dispuso el traslado del detenido, lo llevaron a la Clínica San Agustín en Cipolletti, mientras tanto estuvo alojado en el Hogar Pagano en Viedma por algunos días, donde su hermano menor, a quien había querido asesinar habría ido a visitarlo en alguna ocasión.

El viaje fue bajo vigilancia policial y quedo alojado en la clínica para tratamiento psiquiátrico. La policía tomó recaudos para evitar una posible fuga que nunca llegó a producirse ya que antes la muerte encontró al homicida quien nuevamente la convocó a voluntad.